En las aguas costeras de Nueva Inglaterra se ha observado en los últimos años un claro aumento de ataques de tiburones blancos a personas. Solo el año pasado, dos personas fueron víctimas de estos incidentes, uno de ellos con resultado mortal. Muchos responsabilizan al impacto humano sobre la naturaleza de esta evolución. Sin embargo, los investigadores señalan otra causa.
El papel de las focas
Desde 1972, la caza de focas está prohibida por ley en Nueva Inglaterra para proteger las poblaciones. El éxito de esta medida es evidente: hoy se estima que viven en la región más de 50.000 ejemplares. Sin embargo, el aumento de la población de focas también atrae a sus mayores depredadores: los tiburones blancos.
Como las focas son una de las presas preferidas de estos tiburones, su fuerte proliferación conduce inevitablemente a una mayor presencia de tiburones a lo largo de las playas. El resultado: los encuentros entre bañistas y tiburones aumentan, no pocas veces con consecuencias sangrientas. Por ello, algunos residentes de Cape Cod ya han solicitado el levantamiento de la prohibición de caza.
Entre protección y riesgo
Tan simple como parece, la solución no lo es. La bióloga marina Blake Chapman advierte contra una intervención masiva en el ecosistema. “Este es un riesgo que asumimos, y estos fenómenos naturales ocurren de vez en cuando”, declaró al diario británico Express. Un nuevo sacrificio de focas o tiburones no aliviaría la situación de forma sostenible: ambas especies regresarían a medio plazo.
Chapman aboga en cambio por medidas alternativas, como un seguimiento constante de la población de tiburones y el uso de tecnologías modernas de disuasión que puedan proteger a los bañistas sin poner en peligro el equilibrio ecológico.
